miércoles, 6 de enero de 2016

La Importancia de la Villa de Cuernavaca en el Proceso de Independencia de México


La Importancia de Villa de Cuernavaca en el Proceso de Independencia de México.

Antecedentes
Cuando el Cura Hidalgo y Costilla dio el grito de Independencia en el pueblo de Dolores, el 16 de Septiembre de 1810, es interesante analizar cómo se encontraba la situación socio-política y económica de la entonces Villa de Cuernavaca. 
La Villa de Cuernavaca era un distrito de la Intendencia de México, jurisdicción que en ese año tenía 1.5 millones de habitantes de los aproximadamente siete de la población total en el país. Esta Intendencia, una de las más grandes de la Nueva España, contaba con 44 distritos que posteriormente, formarían los estados de México, Hidalgo, Guerrero y Morelos.

En ese tiempo la Villa era gobernada por las autoridades locales, que se representaba en la figura de un sub-prefecto, que era nombrado por el Prefecto que gobernaba sobre las tres cabeceras en las que se dividía la prefectura de Morelos. A su vez, este prefecto era seleccionado por el Gobernador del estado de México, que mandaba en los 44 Distritos.

Es muy importante destacar el poder que ejercían los hombres notables, potentados y especialmente los hacendados que vivían en la villa, porque hay que hacer hincapié que en 1810, Cuernavaca se encontraba cercado por dos poderosas haciendas, por lo que el dueños de estos ingenios, tenían una gran influencia en el gobierno de la Villa.

Precisamente fue al norte de Cuernavaca, en donde surgieron las primeras haciendas azucareras fuera de Veracruz y Axocomulco que se encontraba en la actual colonia de Rancho Cortes y posteriormente Tlaltenango, que se encontraba enfrente de la Iglesia de San José y de Nuestra Señora de los Milagros fueron la primeras construcciones de este tipo en 1530.

Para inicios del siglo XVIII, estas dos haciendas, ya no existían, ya que Axocolmulco fue destruido y Tlaltenango fue abandonado después de que toda su maquinaria fuera traslada a Atlacomulco, Sin embargo, otras dos haciendas tomaron su lugar y para ese entonces ocupaban una muy buena porción de terreno de la región, estos haciendas eran la de Amanalco, que fue construida a unos metros del Palacio de Cortes, por Don Bernardino Álvarez, quien obtiene una merced de 42,000 metros cuadrados, que con el tiempo fue creciendo hasta llegar a tener 75,000, lo que le permitió tener el control de las tierras desde la sede central en la actual colonia Amatitlán, hasta la actual colonia de la Pradera.

La Hacienda de Amatitlán, está ubicada a unos cuantos metros del zócalo de Cuernavaca en el populoso barrio del mismo nombre, la hacienda contaba con un bello acueducto que surtía de agua a este enorme ingenio, que actualmente funciona como jardín para la realización de todo tipo de eventos sociales.
El establecimiento de esta hacienda según datos del escritor e historiador Alfonso Toussaint, tiene su origen en base a una merced otorgada por el conquistador Hernán Cortes a uno de sus sirvientes, Bernaldino del Castillo a quien le cedió cerca de 42,000 metros cuadrados de terreno muy cerca del Palacio de Cortés.

Del Castillo amplió sus posesiones al obtener otros mecenas, así como por compras realizadas a los vecinos entre los años de 1560 y 1580 adquirió la propiedad, don Antonio Alonso, posteriormente pasó a manos de Don Diego Caballero que era miembro del consulado de la Ciudad de México y amplio conocedor del ramo azucarero, pues también era propietario de la hacienda de Santa Inés en Cuautla.

Para 1615, la propiedad es adquirida por Melchor de Arias Tenorio, que era miembro de una familia de azucareros, ya que tenían arrendado los ingenios de Tlaltenango y San Nicolás Pantitlán, por lo que en Amanalco se procesaba caña procedente de Tlaltenango y de Atlacomulco. Alfonso Millán en 1650 fue su nuevo dueño, pero la pierde por deudas en 1661, cuando pasó a poder del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, para 1677 la adquiere Félix Millán quien tres años más tarde se la cede a Juan García del Castillo, quien la conserva hasta 1693 cuando pasa a propiedad de Manuel García de Aranda.

Para 1834, la compró el poderoso hacendado Vicente Erguía que también era dueño de la Hacienda de San Vicente y sus anexas, pero tuvo grandes dificultades con los habitante de esta población, por lo que para 1838, el Gobierno del Estado determinó poner término al litigio de los vecinos de Amatitlán con la hacienda y  ordenó  la desintegración de la hacienda que llegó a tener más de 750 hectáreas de terreno, el casco quedo abandonado durante muchos años hasta que en 1941 es adquirido por una serie de compradores como Enrique Busch, Guadalupe Silva, Ellen Smith, el Ingeniero Juan Dubernard, Miguel Ángel Porrúa y finalmente Luz María Bueno es quien actualmente la maneja.

Sin embargo, esta hacienda no era la más fuerte de la región, ya que la de la Nuestra Señora de la Concepción de Temisco, era mucho más poderosa que Amanalco, tanto por extensión de terreno, capacidad de producción y sobre todo por influencia y poderío de su dueño. Don Gabriel de Yermo. 

La Hacienda de Temixco tiene una historia muy interesante, ya que las primeras instalaciones de esta hacienda, iniciaron en julio de 1617, cuando se le otorgó una merced a Don Francisco Barbero consistente en un llano de estancia que cuando mucho era de 1755 hectáreas después, se le fueron agregando, por distintos dueños, otras tierras que habían comprado a los indios.

Durante los siguientes años, según el escritor Alfonso Toussaint se le fueron agregando mercedes a diferentes personas que fueron otorgadas por el cuarto marqués del valle de Oaxaca, Pedro Cortés, nieto del conquistador. Para 1670 el dueño era Pedro del Aguren, quien siguió acondicionando la propiedad, en esa época esta hacienda  poseía, además de su propia gran fábrica, varios pequeños trapiches por diferentes rumbos, que alquilaba a industriales de escasos recursos, para 1729, se remató la finca y la adquirió don Fernando Jerónimo del Villar Villamil. 

Posteriormente la compra don Juan Antonio de Yermo y a su muerte, heredó  las propiedades su hija, María Josefa quien se había casado con su primo Gabriel Joaquín de Yermo, quien se convertiría en uno de los hacendados más poderosos del país, al controlar las haciendas de Temixco, San José de Vista Hermosa, San Gabriel las Palmas y Jalmolonga en el estado de México.

Entre las empresas agrícolas notables de Yermo, son dignas de atención las obras para riegos que hizo en las haciendas de Temixco y Jalmolonga, abriendo canales costosísimos dignos de un príncipe, con los que hizo productivos terrenos eriales, e introdujo en ellos el cultivo del trigo y del añil.

Después de la guerra de Independencia, la hacienda pasó por diversas manos, que la explotaron con magnífico éxito, entre ellos figuraron: Felipe Neri del Barrio, Manuela Gutiérrez Estrada, José Torriello entre varios otros. Al  estallar la revolución a principios de siglo, Temixco, como la mayor parte de las fincas azucareras de Morelos, sufrieron las calamidades que culminaron en su ruina y durante esa época fue administrada por el general Zapatista Genovevo de la O.

Para 1949, se hace cargo de la propiedad, el industrial arrocero Francisco Álvarez quien utilizó los salones para alojar su maquinaria para procesar maíz. Actualmente funciona como un balneario que cuenta con una gran variedad de toboganes y albercas, además se utiliza para la realización de todo tipo de eventos sociales.

Regresando a los tiempos de la Independencia, el dueño de Temixco, era de origen vizcaíno nacido en Sodupe, Güeñes, en 1757, y llegó a la Nueva España para casarse con su prima y así heredar las ricas propiedades de su tío, Juan Antonio, las cuales agrando a tal manera que llegó a tener casi 50,000 hectáreas de terreno, el 10% de la superficie total del actual estado de Morelos.

Gabriel J. de Yermo, fue sin duda uno de los hombres más influyentes del siglo XVIII en el entonces distrito de Cuernavaca, ya que poseía tres grandes propiedades, San Gabriel, San José Vista Hermosa y Temixco, que abarcaba una gran parte de terreno, de la entonces Villa de Cuernavaca, ya que la propiedad en su mejor momento llegó a tener 19,000 hectáreas de terreno, por lo que afectó el libre paso que tenían los pobladores de Cuernavaca al ser cercados por los terrenos de la hacienda.

Desafortunadamente, Yermo, era tan poderoso que los Prefectos, no lo molestaban, por lo que había un gran descontento en la población, por si fuera poco, Gabriel fue un anti-insurgente de hueso colorado y en 1808, cuando llegaron la noticia de que Napoleón invadió España y destituyeron al Rey Fernando VII, el Virrey convocó a un congreso, para determinar la situación de la Nueva España ante la nueva situación en la Península Ibérica.

Los españoles en México estaban convencidos que la planeada reunión de un congreso convocada por el virrey, tenía como fin la independencia y con el fin de tomar acciones para evitarlo, un grupo formado por Santiago Echeverría y José Martínez Barenque, entre otros, acudieron a buscar el apoyo de Gabriel J. de Yermo.

El hacendado utilizó a la Hacienda de Temixco para entrenar y armar a 300 de sus trabajadores, quienes apoyados con españoles que eran comerciantes de la Ciudad de México, asaltaron el Palacio Virreinal, el 15 de Septiembre de 1808 y en complicidad con la guardia real, hicieron prisionero a Virrey Iturrigaray y lo enviaron a la Inquisición, junto a sus dos hijos mayores y el alcalde de la Corte, Juan Collado. 

Mientras tanto, los oidores, el arzobispo y otras autoridades, reunidos en la sala de acuerdos, declararon al virrey separado de su cargo y nombraron en su lugar al mariscal de campo Pedro Garibay, quien contó con la aprobación de Yermo, para ser el nuevo virrey. 
Curiosamente este golpe de estado, no desalentó los movimientos por independizarse de España, que se encontraba bajo dominio de Bonaparte, si no que militares criollos, como José Mariano de Michelena y José María García Obeso, apoyaron la idea de formar un Congreso que gobernara la Nueva España en nombre de Fernando XVII.

Además  el  golpe de Gabriel Yermo produjo en la población novohispana una enseñanza: se vio cuán fácil era derribar un gobierno establecido y poner a una nueva autoridad. Al estallar posteriormente la guerra de independencia de México,  De Yermo convirtió su hacienda de Temixco, en una fortaleza y almacén de armas, así como cuartel de del ejercito realista, ya que contribuyó a la causa del Virrey al preparar y armar a 279 lanceros provenientes de sus haciendas de Jalmolonga, San Gabriel y Temisco, los cuales participaron en la batalla del Monte de las Cruces. 

Estos batallones de los cuales fue su capitán, se conocieron como “ Los patriotas distinguidos de Fernando VII" a los que equipó y entrenó con dinero personal. Finalmente Yermo murió en la capital mexicana en 1813, sus enormes propiedades llegaron a dominar una gran cantidad del estado de Morelos y si no hubiera sido por que la Hacienda del Puente, se interponía entre sus propiedades de Temixco y San José de Vista Hermosa, Gabriel, podría haber recorrido desde la entrada de la Ciudad de México hasta la salida a Acapulco sin salir de sus tierras.

Desafortunadamente sus descendientes no tuvieron la misma habilidad que él para los negocios y después de enfrentar perdidas por malos manejos financieros, terminaron vendiendo las propiedades a otros hacendados.

El 31 de enero de 1812, como parte de las actividades de su segunda campaña militar, el general José María Morelos y Pavón llegó con su ejército a la Villa de Cuernavaca, uno de los puntos más importantes de la entonces  intendencia de Morelos. El Siervo de la Nación mandó como comitiva inicial a un grupo comandado por un militar de nombre, Nicolás González que tenía el grado de coronel en el ejercito de Morelos, Nicolás mejor conocido como el “Chino” era perseguido por las tropas realistas por sus ataques a las diferentes poblaciones  de la entonces intendencia de México.

Según se cuenta, el chino, advirtió a las autoridades de Cuernavaca que el cura Morelos llegaría a la Villa por el camino a Cuautla, para escarmentar a los pobladores de esta villa, por el mal trato que le dieron a brigadier y uno de sus principales generales, Nicolás Bravo, quien llegó a esta Villa, el 15 de enero.  

Todo esto se sabe por qué en el Archivo General de la Nación, existe un documento del cura de la Villa de Cuernavaca, bachiller Matías Alvarado, que le describe el paso del líder insurgente por la futura capital del estado de Morelos. “Excelentísimo señor, la madrugada del 31 del pasado enero, entró en ésta Villa, una avanzada que era comandada por un chino, el que inmediatamente dijo que su jefe, el cura Morelos, venía a ésta dentro de cuatro días con un gran trozo de gente, quien se hallaba bastante quejoso de que a su brigadier Bravo, que había estado en ésta el 15 del pasado, no se le hubiera hecho el recibimiento debido, ni repicado cuando hizo su entrada, ni menos háchale corte; pero que venía para esta villa sólo con la mira de escarmentar a sus vecinos” le decía el religioso a la máxima autoridad de la Nueva España y le comentaba que el Chino declaró que el general Morelos llegaría a esta Villa cuatro días después al frente de su ejército.”

Al día siguiente los rebeldes ordenaron que todos los hombres de la Villa y de los cinco pueblos más cercanos, se reunieran en la madrugada a fin de que ayudaran a transportar todo tipo de pertrechos de guerra desde Apuyeca hasta Tlatizapán  y según Matías, los cuernavacenses fueron solamente por el puro miedo que les causaban las tropas del Chino.

Posteriormente llegó a la Villa, uno de los principales jefes militares de movimiento insurgente, Pedro Ascencio Alquisiras, que fue compañero del general Juan Alvarez, quien lo motivó a unirse a las fuerzas de Morelos. Pedro participó en importantes batallas a lado del Siervo de la Nación, como la toma de Acapulco, y a la muerte de Morelos, se unió  a Vicente Guerrero, de quien fue su mano derecha.  Ascencio se encargó dese día e proteger el camino que unía a la Villa con la ciudad de México, para evitar que salieran de Cuernavaca mensajes con dirección a la capital del Virreinato.

En los papeles del cura Matías, le informaba al Virrey que los rebeldes dirigidos con el Chino, amenazaron a la población con saquear e incendiar sus casas, si le hacían a Morelos lo mismo que a Bravo, por lo que la población se aprestó a recibir al líder de los Insurgentes con comida, porras y repique de campanas.

“Se esparció entre los vecinos y haciéndome presente la ruina que amenazaba a esta Villa, pues temían un saqueo, y por consiguiente prendiesen fuego a todas las casas; y todos llenos de temor y miedo, sin saber qué hacer, determinamos se dispusiese un recibimiento, comida y se repicase cuando entrara el cura Morelos, para ver si con estas ceremonias (aunque fueron nada más que de miedo y por evitar las desgracias que se nos preparaban)

Finalmente conseguimos por medio de ellas salir libres de todo daño” relataba el religioso en su carta a la máxima autoridad del Virreinato, al cual le detalla con precisión la visita de Morelos a la Villa.  Finalmente el teniente general José María Morelos llegó el 4 de febrero a la Villa de Cuernavaca, procedente de Tenancingo y con destino a Cuautla de Amilpas. El sucesor de Hidalgo en la cabeza del ejército insurgente llegaba a la Villa, con una fuerza militar de 1,500 hombres, que portaban armas que iban desde fusiles hasta lanzas de madera. José María permaneció con su fuerza armada, tres días, del 4 al 6 de Febrero de 1812, en Cuernavaca, periodo durante el cual disfrutó del agradable clima de la región y aprovechó para tomar un buen descanso, antes de emprender el camino hacia Cuautla, en donde enfrentó el sitio que le impusó el general Félix María Calleja y que duró 72 largos días.

Antes de salir de la Villa, Morelos, ordenó la liberación de seis hombres de la cárcel por considerar que no eran  culpables de lo que se le acusaba. Uno de ellos, era un conocido ladrón llamado Mauricio Frías, que fue uno de los cabecillas de la revolución que hubo en Villa, el pasado  primero de noviembre de 1810.

En su carta el Bachiller le continua comentando  “El 4 del corriente llegó a ésta Villa, el cura Morelos, con cuatro cañones, se componía su tropa como de mil y quinientos hombres armados y a caballo, algunos a pie con fusiles, y un trozo de gente con lanzas. Se mantuvo en ésta hasta el 6, que se fue para las Amilpas; no dejó refuerzo, y sí sólo la gente en el camino de esta villa para la capital, la que se mantiene hasta el día. 

Quiso Dios saliese este vecindario con bien, y lo que es más de admirar, que ni un solo individuo de los vecinos pobres se le presentase para seguirlo. Puso en libertad a los seis vecinos que estaban presos, pues se le hizo ver no tenían culpa alguna y que la causa de su prisión eran unos informes malos que había hecho un pícaro que venía entre ellos; este es uno llamado Mauricio Frías.

Al salir de la Villa, Morelos, el general no dejó gente que resguardara el pueblo, por si llegaban refuerzos de la Ciudad de México, sólo un grupo de rebeldes se quedaron en la retaguardia para robar algunas casas que eran propiedad de españoles. Para terminar su carta, el religioso manifestaba que “La poca gente que quedó después de salido de ésta el cura Morelos, saquearon las casas de los europeos don Carlos Sarmina y don Manuel Gaviña. Yo confieso a vuestra excelencia y lo mismo los pocos vecinos que hay en ésta, que si se hizo recibimiento al cura Morelos, fue puramente de temor y por evitar las desgracias que se esperaban; y así, espero de la piedad de vuestra excelencia que si hemos incurrido en algún delito, nos aplique el perdón, pues nuestra fidelidad y patriotismo no desmaya, y esta villa continúa en su tranquilidad y sosiego, sólo temerosos diariamente de los asaltos del enemigo.

La causa de no haber dado a vuestra excelencia puntual noticia de todo lo acaecido, ha sido la imposibilidad del camino; y aún temo todavía no corra peligro éste” 

Morelos permitió a su salida de Cuernavaca, que sus soldados quemaran cañaverales y saquearan varias de las haciendas, que eran propiedad del español Gabriel de Yermo, entre ellos la de Temixco, en venganza por que este hacendado había organizado a sus peones y formado ejércitos para combatir a las tropas insurgentes. Finalmente las tropas de Morelos  abandonaron la Villa de Cuernavaca y se dirigieron a Cuautla de Amilpas.

Para 1815, Morelos regresó a la Villa de Cuernavaca, pero desafortunadamente para el movimiento insurgente y para él, lo hace de una manera muy distinta a la de su pasada visita que realizó tres años antes. En esta ocasión fue llevado con cadenas y grilletes y es encerrado en una celda especial del Palacio de Cortes, después de haber sido capturado en la batalla de Temalaca, el 5 de noviembre de 1815, en la actual localidad de Temalaca, Puebla. 

Los insurgentes comandados por el general José María Morelos fueron derrotados por las fuerzas realistas, en esa batalla en donde fue tomado prisionero el general Morelos, quien intentaba proteger al Congreso de que cayera en manos de las tropas realistas. Curiosamente el líder insurgente pasó tres días en Cuernavaca, los mismos que estuvo en su visita de febrero del 2012, pero por obvias razones, no disfruto tanto esta visita, como la pasada.

Morelos llegó al Palacio de Cortes, que ese entonces se usaba como Cárcel Real, el 6 de noviembre y fue sacado de su celda el 8, para ser transportado a la Ciudad de México, de donde lo trasladaron a Ecatepec, en donde es fusilado el 30 de ese mismo mes.

Es importante destacar que Morelos no fue recluido en la cárcel normal de la prisión, en donde se encontraba su colaborador y amigo, Nicolás Bravo, si no fue llevado a una celda especial ubicada en la segunda planta y por ese motivo, el lugar donde estuvo preso ha podido ser conservado, ya que la celdas de las prisión normal fueron quitadas, cuando este edificio volvió a tener una función civil.

En una de las paredes del segundo piso se conserva una placa en mármol que dice “En este lugar estuvo preso los días 7, 8 y 9 de noviembre de 1815 (...) cuya sangre derramada en un patíbulo fecundó la santa causa de la libertad mexicana
Se dice que el general Félix María Calleja fue a visitar a Morelos a su celda del Palacio de Cortes, porque quedó maravillado de José María desde el sitio de Cuautla y durante todo ese tiempo llegó a considerar que Morelos tenía alguna  fuerza sobrenatural, por eso cuando fue capturado, no perdió la oportunidad de conocer al rival que lo desafió durante 72 días en Cuautla. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario