La Importancia de Villa de Cuernavaca en el Proceso de Independencia de México.
Antecedentes
Cuando
el Cura Hidalgo y Costilla dio el grito de Independencia en el pueblo de
Dolores, el 16 de Septiembre de 1810, es interesante analizar cómo se
encontraba la situación socio-política y económica de la entonces Villa de
Cuernavaca.
La Villa de Cuernavaca era un distrito de la Intendencia
de México, jurisdicción que en ese año tenía 1.5 millones de habitantes de los
aproximadamente siete de la población total en el país. Esta Intendencia, una
de las más grandes de la Nueva España, contaba con 44 distritos que
posteriormente, formarían los estados de México, Hidalgo, Guerrero y Morelos.
En
ese tiempo la Villa era gobernada por las autoridades locales, que se
representaba en la figura de un sub-prefecto, que era nombrado por el Prefecto
que gobernaba sobre las tres cabeceras en las que se dividía la prefectura de
Morelos. A su vez, este prefecto era seleccionado por el Gobernador del estado
de México, que mandaba en los 44 Distritos.
Es
muy importante destacar el poder que ejercían los hombres notables, potentados
y especialmente los hacendados que vivían en la villa, porque hay que hacer hincapié
que en 1810, Cuernavaca se encontraba cercado por dos poderosas haciendas, por
lo que el dueños de estos ingenios, tenían una gran influencia en el gobierno
de la Villa.
Precisamente
fue al norte de Cuernavaca, en donde surgieron las primeras haciendas
azucareras fuera de Veracruz y Axocomulco que se encontraba en la actual
colonia de Rancho Cortes y posteriormente Tlaltenango, que se encontraba
enfrente de la Iglesia de San José y de Nuestra Señora de los Milagros fueron
la primeras construcciones de este tipo en 1530.
Para
inicios del siglo XVIII, estas dos haciendas, ya no existían, ya que
Axocolmulco fue destruido y Tlaltenango fue abandonado después de que toda su
maquinaria fuera traslada a Atlacomulco, Sin embargo, otras dos haciendas tomaron
su lugar y para ese entonces ocupaban una muy buena porción de terreno de la región,
estos haciendas eran la de Amanalco, que fue construida a unos metros del
Palacio de Cortes, por Don Bernardino Álvarez, quien obtiene una merced de
42,000 metros cuadrados, que con el tiempo fue creciendo hasta llegar a tener
75,000, lo que le permitió tener el control de las tierras desde la sede
central en la actual colonia Amatitlán, hasta la actual colonia de la Pradera.
La
Hacienda de Amatitlán, está ubicada a unos cuantos metros del zócalo de
Cuernavaca en el populoso barrio del mismo nombre, la hacienda contaba con un
bello acueducto que surtía de agua a este enorme ingenio, que actualmente
funciona como jardín para la realización de todo tipo de eventos sociales.
El
establecimiento de esta hacienda según datos del escritor e historiador Alfonso
Toussaint, tiene su origen en base a una merced otorgada por el conquistador
Hernán Cortes a uno de sus sirvientes, Bernaldino del Castillo a quien le cedió
cerca de 42,000 metros cuadrados de terreno muy cerca del Palacio de Cortés.
Del
Castillo amplió sus posesiones al obtener otros mecenas, así como por compras
realizadas a los vecinos entre los años de 1560 y 1580 adquirió la propiedad, don Antonio Alonso,
posteriormente pasó a manos de Don Diego Caballero que era miembro del
consulado de la Ciudad de México y amplio conocedor del ramo azucarero, pues
también era propietario de la hacienda de Santa Inés en Cuautla.
Para
1615, la propiedad es adquirida por Melchor de Arias Tenorio, que era miembro
de una familia de azucareros, ya que tenían arrendado los ingenios de
Tlaltenango y San Nicolás Pantitlán, por lo que en Amanalco se procesaba caña
procedente de Tlaltenango y de Atlacomulco. Alfonso Millán en 1650 fue su nuevo
dueño, pero la pierde por deudas en 1661, cuando pasó a poder del Tribunal del
Santo Oficio de la Inquisición, para 1677 la adquiere Félix Millán quien tres
años más tarde se la cede a Juan García del Castillo, quien la conserva hasta
1693 cuando pasa a propiedad de Manuel García de Aranda.
Para
1834, la compró el poderoso hacendado Vicente Erguía que también era dueño de
la Hacienda de San Vicente y sus anexas, pero tuvo grandes dificultades con los
habitante de esta población, por lo que para 1838, el Gobierno del Estado
determinó poner término al litigio de los vecinos de Amatitlán con la hacienda
y ordenó
la desintegración de la hacienda que llegó a tener más de 750 hectáreas
de terreno, el casco quedo abandonado durante muchos años hasta que en 1941 es
adquirido por una serie de compradores como Enrique Busch, Guadalupe Silva,
Ellen Smith, el Ingeniero Juan Dubernard, Miguel Ángel Porrúa y finalmente Luz
María Bueno es quien actualmente la maneja.
Sin
embargo, esta hacienda no era la más fuerte de la región, ya que la de la
Nuestra Señora de la Concepción de Temisco, era mucho más poderosa que
Amanalco, tanto por extensión de terreno, capacidad de producción y sobre todo
por influencia y poderío de su dueño. Don Gabriel de Yermo.
La
Hacienda de Temixco tiene una historia muy interesante, ya que las primeras
instalaciones de esta hacienda, iniciaron en julio de 1617, cuando se le otorgó
una merced a Don Francisco Barbero consistente en un llano de estancia que
cuando mucho era de 1755 hectáreas después, se le fueron agregando, por
distintos dueños, otras tierras que habían comprado a los indios.
Durante
los siguientes años, según el escritor Alfonso Toussaint se le fueron agregando
mercedes a diferentes personas que fueron otorgadas por el cuarto marqués del valle
de Oaxaca, Pedro Cortés, nieto del conquistador. Para 1670 el dueño era Pedro
del Aguren, quien siguió acondicionando la propiedad, en esa época esta
hacienda poseía, además de su propia
gran fábrica, varios pequeños trapiches por diferentes rumbos, que alquilaba a
industriales de escasos recursos, para 1729, se remató la finca y la adquirió
don Fernando Jerónimo del Villar Villamil.
Posteriormente la compra don Juan
Antonio de Yermo y a su muerte, heredó las propiedades su hija, María Josefa quien se
había casado con su primo Gabriel Joaquín de Yermo, quien se convertiría en uno
de los hacendados más poderosos del país, al controlar las haciendas de
Temixco, San José de Vista Hermosa, San Gabriel las Palmas y Jalmolonga en el
estado de México.
Entre
las empresas agrícolas notables de Yermo, son dignas de atención las obras para
riegos que hizo en las haciendas de Temixco y Jalmolonga, abriendo canales
costosísimos dignos de un príncipe, con los que hizo productivos terrenos
eriales, e introdujo en ellos el cultivo del trigo y del añil.
Después
de la guerra de Independencia, la
hacienda pasó por diversas manos, que la explotaron con magnífico éxito, entre
ellos figuraron: Felipe Neri del Barrio, Manuela Gutiérrez Estrada, José
Torriello entre varios otros. Al
estallar la revolución a principios de siglo, Temixco, como la mayor
parte de las fincas azucareras de Morelos, sufrieron las calamidades que
culminaron en su ruina y durante esa época fue administrada por el general
Zapatista Genovevo de la O.
Para
1949, se hace cargo de la propiedad, el industrial arrocero Francisco Álvarez
quien utilizó los salones para alojar su maquinaria para procesar maíz. Actualmente
funciona como un balneario que cuenta con una gran variedad de toboganes y
albercas, además se utiliza para la realización de todo tipo de eventos
sociales.
Regresando
a los tiempos de la Independencia, el dueño de Temixco, era de origen vizcaíno
nacido en Sodupe, Güeñes, en 1757, y llegó a la Nueva España para casarse con
su prima y así heredar las ricas propiedades de su tío, Juan Antonio, las
cuales agrando a tal manera que llegó a tener casi 50,000 hectáreas de terreno,
el 10% de la superficie total del actual estado de Morelos.
Gabriel
J. de Yermo, fue sin duda uno de los hombres más influyentes del siglo XVIII en
el entonces distrito de Cuernavaca, ya que poseía tres grandes propiedades, San
Gabriel, San José Vista Hermosa y Temixco, que abarcaba una gran parte de
terreno, de la entonces Villa de Cuernavaca, ya que la propiedad en su mejor
momento llegó a tener 19,000 hectáreas de terreno, por lo que afectó el libre
paso que tenían los pobladores de Cuernavaca al ser cercados por los terrenos
de la hacienda.
Desafortunadamente,
Yermo, era tan poderoso que los Prefectos, no lo molestaban, por lo que había
un gran descontento en la población, por si fuera poco, Gabriel fue un
anti-insurgente de hueso colorado y en 1808, cuando llegaron la noticia de que Napoleón
invadió España y destituyeron al Rey Fernando VII, el Virrey convocó a un
congreso, para determinar la situación de la Nueva España ante la nueva situación en
la Península Ibérica.
Los
españoles en México estaban convencidos que la planeada reunión de un congreso
convocada por el virrey, tenía como fin la independencia y con el fin de tomar
acciones para evitarlo, un grupo formado por Santiago Echeverría y José
Martínez Barenque, entre otros, acudieron a buscar el apoyo de Gabriel J. de
Yermo.
El
hacendado utilizó a la Hacienda de Temixco para entrenar y armar a 300 de sus
trabajadores, quienes apoyados con españoles que eran comerciantes de la Ciudad
de México, asaltaron el Palacio Virreinal, el 15 de Septiembre de 1808 y en complicidad
con la guardia real, hicieron prisionero a Virrey Iturrigaray y lo enviaron a
la Inquisición, junto a sus dos hijos mayores y el alcalde de la Corte, Juan Collado.
Mientras tanto, los oidores, el arzobispo y otras
autoridades, reunidos en la sala de acuerdos, declararon al virrey separado de
su cargo y nombraron en su lugar al mariscal de campo Pedro Garibay, quien
contó con la aprobación de Yermo, para ser el nuevo virrey.
Curiosamente
este golpe de estado, no desalentó los movimientos por independizarse de
España, que se encontraba bajo dominio de Bonaparte, si no que militares
criollos, como José Mariano de Michelena y José María García Obeso, apoyaron la
idea de formar un Congreso que gobernara la Nueva España en nombre de Fernando
XVII.
Además el
golpe de Gabriel Yermo produjo en la población novohispana una
enseñanza: se vio cuán fácil era derribar un gobierno establecido y poner a una
nueva autoridad. Al estallar posteriormente la guerra de independencia de
México, De Yermo convirtió su hacienda
de Temixco, en una fortaleza y almacén de armas, así como cuartel de del
ejercito realista, ya que contribuyó a la causa del Virrey al preparar y armar
a 279 lanceros provenientes de sus haciendas de Jalmolonga, San Gabriel y
Temisco, los cuales participaron en la batalla del Monte de las Cruces.
Estos
batallones de los cuales fue su capitán, se conocieron como “ Los patriotas
distinguidos de Fernando VII" a los que equipó y entrenó con dinero
personal. Finalmente Yermo murió en la capital mexicana en 1813, sus enormes propiedades
llegaron a dominar una gran cantidad del estado de Morelos y si no hubiera sido
por que la Hacienda del Puente, se interponía entre sus propiedades de Temixco
y San José de Vista Hermosa, Gabriel, podría haber recorrido desde la entrada
de la Ciudad de México hasta la salida a Acapulco sin salir de sus tierras.
Desafortunadamente
sus descendientes no tuvieron la misma habilidad que él para los negocios y
después de enfrentar perdidas por malos manejos financieros, terminaron vendiendo
las propiedades a otros hacendados.
El
31 de enero de 1812, como parte de las actividades de su segunda campaña
militar, el general José María Morelos y Pavón llegó con su ejército a la Villa
de Cuernavaca, uno de los puntos más importantes de la entonces intendencia de Morelos. El Siervo de la Nación
mandó como comitiva inicial a un grupo comandado por un militar de nombre, Nicolás
González que tenía el grado de coronel en el ejercito de Morelos, Nicolás mejor
conocido como el “Chino” era perseguido por las tropas realistas por sus ataques
a las diferentes poblaciones de la
entonces intendencia de México.
Según
se cuenta, el chino, advirtió a las autoridades de Cuernavaca que el cura
Morelos llegaría a la Villa por el camino a Cuautla, para escarmentar a los
pobladores de esta villa, por el mal trato que le dieron a brigadier y uno de
sus principales generales, Nicolás Bravo, quien llegó a esta Villa, el 15 de
enero.
Todo
esto se sabe por qué en el Archivo General de la Nación, existe un documento
del cura de la Villa de Cuernavaca, bachiller Matías Alvarado, que le describe
el paso del líder insurgente por la futura capital del estado de Morelos. “Excelentísimo
señor, la madrugada del 31 del pasado enero, entró en ésta Villa, una avanzada que
era comandada por un chino, el que inmediatamente dijo que su jefe, el cura
Morelos, venía a ésta dentro de cuatro días con un gran trozo de gente, quien
se hallaba bastante quejoso de que a su brigadier Bravo, que había estado en
ésta el 15 del pasado, no se le hubiera hecho el recibimiento debido, ni
repicado cuando hizo su entrada, ni menos háchale corte; pero que venía para
esta villa sólo con la mira de escarmentar a sus vecinos” le decía el religioso
a la máxima autoridad de la Nueva España y le comentaba que el Chino declaró
que el general Morelos llegaría a esta Villa cuatro días después al frente de
su ejército.”
Al
día siguiente los rebeldes ordenaron que todos los hombres de la Villa y de los
cinco pueblos más cercanos, se reunieran en la madrugada a fin de que ayudaran
a transportar todo tipo de pertrechos de guerra desde Apuyeca hasta
Tlatizapán y según Matías, los cuernavacenses
fueron solamente por el puro miedo que les causaban las tropas del Chino.
Posteriormente
llegó a la Villa, uno de los principales jefes militares de movimiento
insurgente, Pedro Ascencio Alquisiras, que fue compañero del general Juan
Alvarez, quien lo motivó a unirse a las fuerzas de Morelos. Pedro participó en
importantes batallas a lado del Siervo de la Nación, como la toma de Acapulco,
y a la muerte de Morelos, se unió a Vicente
Guerrero, de quien fue su mano derecha. Ascencio
se encargó dese día e proteger el camino que unía a la Villa con la ciudad de
México, para evitar que salieran de Cuernavaca mensajes con dirección a la
capital del Virreinato.
En
los papeles del cura Matías, le informaba al Virrey que los rebeldes dirigidos
con el Chino, amenazaron a la población con saquear e incendiar sus casas, si
le hacían a Morelos lo mismo que a Bravo, por lo que la población se aprestó a
recibir al líder de los Insurgentes con comida, porras y repique de campanas.
“Se
esparció entre los vecinos y haciéndome presente la ruina que amenazaba a esta
Villa, pues temían un saqueo, y por consiguiente prendiesen fuego a todas las
casas; y todos llenos de temor y miedo, sin saber qué hacer, determinamos se
dispusiese un recibimiento, comida y se repicase cuando entrara el cura
Morelos, para ver si con estas ceremonias (aunque fueron nada más que de miedo
y por evitar las desgracias que se nos preparaban)
Finalmente
conseguimos por medio de ellas salir libres de todo daño” relataba el religioso
en su carta a la máxima autoridad del Virreinato, al cual le detalla con
precisión la visita de Morelos a la Villa. Finalmente el teniente general José María
Morelos llegó el 4 de febrero a la Villa de Cuernavaca, procedente de Tenancingo
y con destino a Cuautla de Amilpas. El sucesor de Hidalgo en la cabeza del
ejército insurgente llegaba a la Villa, con una fuerza militar de 1,500
hombres, que portaban armas que iban desde fusiles hasta lanzas de madera. José
María permaneció con su fuerza armada, tres días, del 4 al 6 de Febrero de
1812, en Cuernavaca, periodo durante el cual disfrutó del agradable clima de la
región y aprovechó para tomar un buen descanso, antes de emprender el camino
hacia Cuautla, en donde enfrentó el sitio que le impusó el general Félix María
Calleja y que duró 72 largos días.
Antes
de salir de la Villa, Morelos, ordenó la liberación de seis hombres de la
cárcel por considerar que no eran culpables de lo que se le acusaba. Uno de
ellos, era un conocido ladrón llamado Mauricio Frías, que fue uno de los
cabecillas de la revolución que hubo en Villa, el pasado primero de noviembre de 1810.
En
su carta el Bachiller le continua comentando
“El 4 del corriente llegó a ésta Villa, el cura Morelos, con cuatro
cañones, se componía su tropa como de mil y quinientos hombres armados y a
caballo, algunos a pie con fusiles, y un trozo de gente con lanzas. Se mantuvo
en ésta hasta el 6, que se fue para las Amilpas; no dejó refuerzo, y sí sólo la
gente en el camino de esta villa para la capital, la que se mantiene hasta el
día.
Quiso Dios saliese este vecindario con bien, y lo que es más de admirar,
que ni un solo individuo de los vecinos pobres se le presentase para seguirlo.
Puso en libertad a los seis vecinos que estaban presos, pues se le hizo ver no
tenían culpa alguna y que la causa de su prisión eran unos informes malos que
había hecho un pícaro que venía entre ellos; este es uno llamado Mauricio Frías.
Al
salir de la Villa, Morelos, el general no dejó gente que resguardara el pueblo,
por si llegaban refuerzos de la Ciudad de México, sólo un grupo de rebeldes se
quedaron en la retaguardia para robar algunas casas que eran propiedad de
españoles. Para
terminar su carta, el religioso manifestaba que “La poca gente que quedó
después de salido de ésta el cura Morelos, saquearon las casas de los europeos
don Carlos Sarmina y don Manuel Gaviña. Yo confieso a vuestra excelencia y lo
mismo los pocos vecinos que hay en ésta, que si se hizo recibimiento al cura
Morelos, fue puramente de temor y por evitar las desgracias que se esperaban; y
así, espero de la piedad de vuestra excelencia que si hemos incurrido en algún
delito, nos aplique el perdón, pues nuestra fidelidad y patriotismo no desmaya,
y esta villa continúa en su tranquilidad y sosiego, sólo temerosos diariamente
de los asaltos del enemigo.
La causa de no haber dado a vuestra excelencia
puntual noticia de todo lo acaecido, ha sido la imposibilidad del camino; y aún
temo todavía no corra peligro éste”
Morelos
permitió a su salida de Cuernavaca, que sus soldados quemaran cañaverales y
saquearan varias de las haciendas, que eran propiedad del español Gabriel de
Yermo, entre ellos la de Temixco, en venganza por que este hacendado había
organizado a sus peones y formado ejércitos para combatir a las tropas
insurgentes. Finalmente las tropas de Morelos
abandonaron la Villa de Cuernavaca y se dirigieron a Cuautla de Amilpas.
Para
1815, Morelos regresó a la Villa de Cuernavaca, pero desafortunadamente para el
movimiento insurgente y para él, lo hace de una manera muy distinta a la de su pasada
visita que realizó tres años antes. En esta ocasión fue llevado con cadenas y
grilletes y es encerrado en una celda especial del Palacio de Cortes, después
de haber sido capturado en la batalla de Temalaca, el 5 de
noviembre de 1815, en la actual localidad
de Temalaca, Puebla.
Los insurgentes comandados por el general José
María Morelos fueron derrotados por las fuerzas realistas, en esa
batalla en donde fue tomado prisionero el general Morelos, quien intentaba
proteger al Congreso de que cayera en manos de las tropas realistas. Curiosamente
el líder insurgente pasó tres días en Cuernavaca, los mismos que estuvo en su
visita de febrero del 2012, pero por obvias razones, no disfruto tanto esta
visita, como la pasada.
Morelos
llegó al Palacio de Cortes, que ese entonces se usaba como Cárcel Real, el 6 de
noviembre y fue sacado de su celda el 8, para ser transportado a la Ciudad de México,
de donde lo trasladaron a Ecatepec, en donde es fusilado el 30 de ese mismo mes.
Es
importante destacar que Morelos no fue recluido en la cárcel normal de la
prisión, en donde se encontraba su colaborador y amigo, Nicolás Bravo, si no
fue llevado a una celda especial ubicada en la segunda planta y por ese motivo,
el lugar donde estuvo preso ha podido ser conservado, ya que la celdas de las
prisión normal fueron quitadas, cuando este edificio volvió a tener una función
civil.
En
una de las paredes del segundo piso se conserva una placa en mármol que dice “En
este lugar estuvo preso los días 7, 8 y 9 de noviembre de 1815 (...) cuya
sangre derramada en un patíbulo fecundó la santa causa de la libertad mexicana
Se dice que
el general Félix María Calleja fue a visitar a Morelos a su celda del Palacio
de Cortes, porque quedó maravillado de José María desde el sitio de Cuautla y
durante todo ese tiempo llegó a considerar que Morelos tenía alguna fuerza sobrenatural, por eso cuando fue
capturado, no perdió la oportunidad de conocer al rival que lo desafió durante
72 días en Cuautla.